VEGA CERNUDA, MIGUEL ÁNGEL (ED.)
IX Encuentros Complutenses en torno a la Traducción. Traducir en España y del español: problemas y propuestas
Wolfgang Pöckl. La traducción a lenguas pluricéntricas (719 Kb)
Aline Schulman. Molinos de viento, palabras que se lleva el viento (558 Kb)
José Francisco Ruiz Casanova. Menéndez Pelayo y los orígenes de los Estudios de Recepción en España (492 Kb)
Enrique Alcaraz Varó. El jurista como traductor y el traductor como jurista (1.011 Kb)
Claude de Frayssinet. El español coloquial en la literatura hispanoamericana: problemas de traducción (378 Kb)
Jesús de Manuel Jerez. Medios audiovisuales e informáticos en la formación de intérpretes (638 Kb)
Adriana Domínguez. ¿Quién es Madame Bovary? La voz y la mirada de Flaubert (609 Kb)
Martina Emsel. Las cadenas isotópicas, una herramienta de enlace entre lexicografía bilingüe y traducción (922 Kb)
Eduard Hodouek. Calderón y Don Quijote presentados en el idioma checo (444 Kb)
Luis Pegenaute. La traducción como herramienta de aprendizaje de la lengua inglesa en el siglo xix español (1.185 Kb)
Julia Obolenskaya. La adecuación y la equivalencia de la traducción: ¿la cuestión de terminología o la oposición conceptual? (602 Kb)
Jana Králová. El español como lengua de traducción (663 Kb)
El taller del traductor ha sufrido un proceso semejante a la que experimentó la iconografía
jeronimiana a lo largo de los siglos medios. En la iconografía medieval de
Jerónimo de Estridón, iconografía que acentuaba primordialmente su dimensión de penitente
cristiano, al santo (santo por traductor, quizás) parecía bastarle un escaso instrumental
para desarrollar su labor versora que, extrañamente, ejercía en medio del
desierto: una roca donde apoyaba el símbolo de su fe (un crucifijo), tintero y pluma,
el texto original y una rústica percha (un árbol o un saliente rocoso) donde colgar sus
hábitos o, en su caso, la púrpura cardenalicia, constituían todo su ajuar laboral. Así
trabajaba desde la desnudez de la inspiración que parecía venirle a golpes de trompeta
o de pedradas en el pecho. Más adelante, en Antonello de Messina, en Ghirlandaio o en
Durero, p.e., le vemos transformado en un traductor establecido que, mientras tanto, ha
adquirido el enorme "attrezzo" de un erudito renacentista: en un interior confortable
dispone de amplia mesa, quevedos a la moda, atril, quizás diccionarios e incluso
"textos paralelos". Por no faltarle, no le falta ni siquiera la compañía de un animal
doméstico junto a la del recelante león que, por cierto, Jerónimo había escamoteado a
otro penitente del desierto de \aflos sanctorum, San Gerásimo.