CAPEL MARTÍNEZ, ROSA MARÍA
CAPEL MARTÍNEZ, Rosa María, Socialismo e igualdad de género. Un camino común. 30 Aniversario de la Secretaría de Igualdad, Madrid, Editorial Pablo Iglesias, 2007, 279 pp.
El libro de Rosa María Capel Martínez, autora de numerosos estudios sobre mujeres, salió en 2007 con motivo del 30 aniversario de la creación de la Secretaría de Igualdad en la Comisión Ejecutiva Federal de dirección del PSOE. Publicado por la Editorial Pablo Iglesias, ha contado con el apoyo del presidente de su Fundación, Alfonso Guerra. El prefacio de José Luís Rodríguez Zapatero, como Secretario General del PSOE, destaca que su partido, como el movimiento feminista, no ha separado nunca libertad e igualdad. En su presentación, la Secretaria de Igualdad, María Isabel Montaño recuerda la rápida evolución hacia la igualdad de género desde 1976. Sin embargo, Rosa María Capel Martínez muestra que el camino fue largo desde 1879, fecha del inicio de este denso estudio de 236 páginas de texto, completado con 38 perfiles biográficos y una parte iconográfica.
La primera parte "Igualdad, feminismo, socialismo" se inicia con un balance histórico: si la Ilustración se interesó por la educación, las revoluciones americana y francesa no reconocieron la igualdad entre los sexos como lo prueba, en 1791, la Declaración de derechos de la mujer y de la ciudadana de Olympe de Gouges, en respuesta a la de 1789 que hacía de la ciudadana la esposa del ciudadano ... La sociedad burguesa recluyó a la mujer en el espacio doméstico, lo que explica la emergencia del feminismo sufragista. La autora destaca que coincidieron, en 1848, la publicación del Manifiesto comunista de Marx y Engels con la Declaración de sentimientos elaborada por 300 hombres y mujeres reunidos en Seneca Falls (Nueva York), que denunciaba la situación de sumisión de las mujeres y reivindicaba sus derechos. Las mujeres encontraron argumentos para sus reivindicaciones en textos del feminismo ilustrado como el de Mary Wollstonecraft, A vindication of the rights of the woman (1792). Pudieron contar con el apoyo de algunos hombres como el filósofo y político inglés John Stuart Mill que publicó, en 1869, The subjection of women; un año antes, había presentado, sin éxito, en la Cámara de los Comunes y por primera vez en un Parlamento, una enmienda a la ley electoral para reconocer el sufragio para las mujeres.
Rosa Capel destaca el interés del socialismo marxista por las trabajadoras ya que su papel en la familia hacía de ellas un aliado imprescindible. Sin embargo, los militantes consideraban que la "cuestión femenina" formaba parte de la "cuestión obrera" y que la liberación de la mujer dependía de la de la clase obrera cuando no veían en ella una rival en el trabajo. Algunos socialistas la defendieron en varios países: Augusto Bebel (La mujer ante el socialismo, 1879), Clara Zetkin y más tarde Alejandra Kollontai. Desde finales del XIX, aparecieron asociaciones de mujeres, que iban a desempeñar un papel fundamental. En 1907, 58 delegadas acudieron a la I Conferencia Internacional convocada por Clara Zetkin en Stuttgart donde se creó la Internacional Socialista de Mujeres.
La mujer no fue una preocupación específica en los primeros años del PSOE. Su fundador Pablo Iglesias publicó un solo artículo, "La emancipación", en El Socialista en 1897, invitando a las mujeres a apoyar el proyecto socialista para que llegara el día "en que no haya patrono en el taller ni déspota en el hogar". La incorporación creciente de las mujeres en la vida laboral, su acceso a la enseñanza y el auge del primer feminismo burgués obligaron a tenerla cada vez más en cuenta. Algunas consideraron después de la Primera Guerra Mundial que socialismo y feminismo no eran incompatibles pero que sus dinámicas eran diferentes. Frente al auge en España de los feminismos católico y burgués, los socialistas tuvieron que definir un "feminismo socialista", título del libro de María Cambrils en 1925. No obstante, el analfabetismo y las tareas domésticas explican el escaso número de mujeres militantes. En 1910, de los 2.900 militantes sólo 36 eran mujeres. Para remediarlo, el PSOE siguió el modelo de otros países creando Grupos femeninos: en Bilbao en 1904, en Madrid en 1906, y otros después. La presencia de consejeros de las Juventudes muestra la voluntad de tutela del Partido en las agrupaciones que estuvieron siempre vinculadas al partido y a los sindicatos: era difícil imaginar entonces organizaciones femeninas que escaparan al control masculino incluso en los partidos o sindicatos que luchaban por una mayor igualdad. Las preocupaciones de las mujeres socialistas estuvieron primero relacionadas con la solidaridad y la educación y su acción política estaba vinculada con la propaganda pero la autora destaca que hubo que esperar los años 20, para que los mítines tuvieran temáticas feministas.
Sus derechos políticos y jurídicos se reconocieron tardíamente, si dejamos de lado la oportunidad limitada que les dio el general Primo de Rivera. Participaron en las campañas electorales para evitar la compra de votos como en 1910, fecha de la elección de Pablo Iglesias, primer representante de la clase obrera a integrar el Parlamento e intervinieron en los debates dentro del Partido Socialista. El derecho de voto de las mujeres fue un tema recurrente, provocando polémicas y divisiones. Después de la Primera Guerra Mundial, el tema del voto de las mujeres se convirtió en Europa en un signo externo de la democracia.
Los programas de los Congresos Socialistas permiten seguir la evolución: el de 1929 reclamaba para la mujer desde la igualdad de derechos políticos hasta la igualdad de salarios. Su participación en el poder les permitió integrarlos en el texto de la Constitución de 1931. La presencia de cinco diputadas socialistas de un total de nueve mujeres a lo largo de las tres legislaturas republicanas: Margarita Nelken (Badajoz), Maria Lejárraga (Granada), Julia Álvarez Resano (Madrid), Matilde de la Torre y Veneranda García Blanco (Oviedo), prueba la fuerza de su compromiso. Siguieron luchando dentro del país y en el exilio, como el Grupo Femenino Solidaridad Socialista en México creado a iniciativa de Purificación Tomás en 1947.
En los años 60, la presencia de las mujeres en la industria y los servicios fue aumentando, mientras se elevaba la cualificación de los puestos que ocupaban gracias a un mejor nivel educativo. En 1964, se celebró el noveno Congreso en el exilio del PSOE en Toulouse con siete mujeres, Purificación Tomás propuso entonces un Secretariado femenino que permitió acelerar el proceso.
La segunda parte, dedicada a la España democrática (1975-2007), se inicia con el camino hacia la democracia de los años 70. El desarrollo económico y la apertura a Europa a través del turismo y la emigración tuvieron consecuencias a nivel educativo y cultural a pesar de la permanencia de grandes desequilibrios regionales y sociales. Si, en 1970, la tasa de analfabetas (12,3%) duplicaba la de analfabetos (5,1%), el acceso a la Universidad y al trabajo contribuyó, como en Europa y Estados Unidos, a la aparición de un segundo feminismo. Pasó a finales del franquismo por las asociaciones de amas de casa, las vecinales y las culturales, confundiéndose las luchas por la democracia y las luchas por su propia liberación pero al Movimiento Democrático de Mujeres (MDM) y al Movimiento de Liberación de la Mujer (MLM) les parecía insuficiente el interés de los partidos de izquierda por sus propias reivindicaciones. El Partido Socialista supo estar atento a esta demanda y la autora destaca la labor del grupo Mujer y Socialismo creado por un grupo de mujeres, entre ellas, Helga Soto a quien va dedicado el libro. Las fundadoras venían de horizontes muy distintos, del republicanismo y del exilio pero las más jóvenes habían ingresado después del Congreso de Suresnes de 1974, como lo muestran las biografías finales.
Los Congresos permiten observar la voluntad creciente del PSOE de dar a la mujer un mayor protagonismo en el Partido. El XXVII Congreso de 1976 integró las propuestas procedentes de la Comisión Mujer y Socialismo. La acción de sus cinco Comisiones intentó borrar las huellas del pasado: "Charlas y barrios", "Prensa y Propaganda", "Federaciones e Internacional", "Estudios y Cortes" y "Alternativas concretas" que preparó la creación de un Centro de Planificación Familiar que comenzó a funcionar en enero de 1978. A partir de entonces, se multiplicaron las iniciativas. Las Jornadas Mujer y Socialismo, en mayo de 1977, propusieron la creación de una Secretaría de la Mujer dentro de la Ejecutiva Nacional y una cuota de un 10% en la representación. Sus reivindicaciones se integraron en el programa y en los textos elaborados por el XXVIII Congreso Federal del PSOE de 1979 considerado como el congreso de "la renovación ideológica y programática". Concretaron los cambios la transformación de la Comisión Mujer y Socialismo en Grupo Federal Mujer y Socialismo (1979-1984): se constituyeron grupos de trabajo cuya meta era difundir las ideas sobre la participación femenina, llevar la educación a los barrios y a las zonas rurales para conseguir una mayor implicación de las mujeres en la vida del PSOE, en un contexto de baja politización de la sociedad que afectaba más a las mujeres.
En 1982, la victoria socialista dio la oportunidad de poner en marcha el programa. En 1983, se convirtió la Subdirección General de la Condición Femenina en Instituto de la Mujer con Carla Bustelo como primera directora. A partir de entonces se integraron las reivindicaciones feministas. Con el XXX Congreso Federal del PSOE (1984), se creó una Secretaría Ejecutiva para lograr mayor participación de la mujer en la vida social y política" dirigida por Matilde Fernández, militante de UGT.