SÁNCHEZ ROBAYNA, ANDRÉS
Nació en Las Palmas (España) en 1952. Su obra poética hasta hoy se halla recogida en el libro En el cuerpo del mundo (2004). Ha desarrollado también una amplia tarea en los campos del ensayo y la traducción literaria. Fundó y dirigió entre 1983 y 1993 la revista Syntaxis, considerada una de las expresiones más altas del pensamiento crítico en torno a la literatura y las artes plásticas de la reciente historia cultural española. Profesor universitario, ha enseñado y dictado conferencias en distintas universidades europeas y americanas. Actualmente dirige el Taller de Traducción Literaria de la Universidad de La Laguna (Tenerife), donde también enseña literatura española.
Estudios sobre Cairasco de Figueroa. Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife, 1992. Silva gongorina. Cátedra, 1993.
Destacaron especialmente el teatro y la poesía, esta última de influencia principalmente gongorina, a la que se sumaba el sello indígena y el estilo épico iniciado con La Araucana de Alonso de Ercilla: tenemos así El Bernardo (1624) de Bernardo de Balbuena; Espejo de paciencia (1608), del cubano Silvestre de Balboa; o La Cristiada (1611), de Diego de Hojeda.
En México la poesía gongorina alcanzó cotas de gran calidad, con poetas como Luis de Sandoval y Zapata, Carlos de Sigüenza y Góngora, Agustín de Salazar y Torres y, principalmente, Sor Juana Inés de la Cruz, que inició un tipo de poesía didáctica y analítica que entroncaría con la Ilustración (Inundación castálida, 1689).
Como escritor religioso tomas salinas cultivó la oratoria sagrada, y como poeta escribió gran número de versos que responden a una amplia temática que va desde los poemas religiosos y morales a los de tipo amoroso, a menudo mitológicos. Su poesía se encuentra muy anclada en la corriente gongorina.
La Fábula de Góngora es un representante del género antiguo conocido como epyllion, epilio, un poema épico de corta extensión: un texto mítico-narrativo situado a medio camino entre el epos (el gran poema narrativo «a lo Homero») y el eidyllion (una pequeña escena), hasta el punto de ser más descriptivo que narrativo, pues los elementos narrativos suelen emplearse como auxiliares para evidenciar la descripción. Esta relevancia de lo visual y, en general, de lo plástico en el relato, es significativa en la Fábula gongorina.
En el siglo XVI se introdujeron numerosos italianismos referentes a las artes, pero también gran número de palabras indígenas o americanismos, referentes a plantas, costumbres o fenómenos naturales propios de esas tierras, como batata, papa, yuca, cacique, hamaca, huracán, cacao, chocolate; procedentes del náhuatl, las lenguas mayenses, las lenguas arawak (primordialmente el taíno) y el quechua. En el XVII entraron numerosos cultismos por influjo de la lengua gongorina o culterana.
En el siglo XVIII y XIX, sin embargo, se reaccionó contra este barroquismo extremo, en un primer momento utilizando el estilo para temas bajos y burlescos, como hizo Agustín de Salazar, y poco después, en el siglo XVIII, relegando la segunda fase de la lírica gongorina y sus poemas mayores al olvido.
Bajo tan parco argumento, inspirado en el episodio de Nausícaa de la Odisea, Góngora se dedica a dibujar una minuciosa descripción de la naturaleza, plagada de alusiones mitológicas y metáforas amplificativas, con el propósito de halagar los sentidos y hallar la belleza en todo objeto en el que fije su pluma. En cuanto a los temas, recientes estudios han iluminado el presunto vacío de contenido de la obra gongorina.
Actualmente forma parte del macroequipo internacional de investigación PÓLEMOS dedicado al estudio y edición digital de la polémica gongorina y centralizado en la Universidad de Sorbonne-Paris IV.
Tras haber sido negada esta aspiración Jean-Joseph Rabearivelo se suicida el 22 de junio de 1937. Es además un gran conocedor de la obra gongorina, poeta que traduce al malgache.