LACARRA, Mª DEL CARMEN (COORD.)
El patrimonio artístico religioso aragonés ha sufrido un continuo expolio a lo largo de las últimas décadas que ha supuesto la desaparición de una gran parte de los tesoros depositados en cientos de iglesias parroquiales y de ermitas aisladas en el campo.
El reciente regreso a Aragón de una de las piezas sustraídas por el conocido ladrón Erik el Belga en la Catedral de Roda durante una fría noche de diciembre de 1979, o la sentencia que obliga a Cataluña a devolver bienes del Monasterio de Sijena vendidos de forma irregular evidencia que el expolio tiene muchas caras.
Aunque la legislación actual dificulta ahora comerciar con el patrimonio, a finales de los años noventa del pasado siglo el número de denuncias por robos registradas durante las dos décadas anteriores superaba las 150 y más de 2.000 el de las piezas sustraídas.
Unas cifras incluidas en el registro del Grupo II de Protección del Patrimonio Histórico de la Policía que, sin embargo, no hace mención de otros cientos de obras que llegaron en años anteriores a manos de anticuarios, coleccionistas privados o museos sin que su desaparición fuera denunciada.
El propio Erik el Belga ha admitido en numerosas ocasiones que una buena parte del patrimonio no fuera robado sino adquirido durante los años sesenta a párrocos y otros responsables eclesiásticos que debían afrontar costosos gastos en sus templos.