FRANCO CATALÁN, SERGIO
Por fin nos íbamos a encontrar cara a cara los tres: Ruth, la
leucemia y yo. Era el principio de la guerra más dura a la que
me iba a enfrentar jamás, pero nunca fui consciente de ello.
Y aunque sabía que íbamos a perder algunas batallas, estaba
seguro de que ganaríamos la guerra. Había ido hasta allí con
el arma más poderosa, la amistad, y con el escudo más protector,
el amor. Había ido hasta allí para hacerle saber que
iba a estar a su lado por y para siempre. Había ido hasta allí
para gritar bien fuerte una frase que quería que el mundo,
la enfermedad y ella escuchasen atentamente y se grabasen a
fuego en su interior:
«Pase lo que pase
NO TE SOLTARÉ».