GUTIERREZ, PABLO
Ciudad Mediana, años ochenta. Los yonquis habitan los descampados y olvidan a sus crías dentro de cobertizos de uralita. En uno de ellos sobrevive milagrosamente un cachorro silencioso que se deja aplastar por el sol. Dos señoras muy cándidas y amables lo rescatan, le limpian la cara con agua de colonia y comienzan a hablarle de Dios y de espaguetis. Mientras, en otro lugar que huele a vaca y a pienso, una niña feliz observa cómo su madre naufraga en la cama, los ojos perdidos en algún lugar, el pelo sucio, el pijama pegado a la piel desde que papá se marchó.
Si hubiera que interpretar la última novela de Pablo Gutiérrez a la luz de su título, entonces ¿qué? En principio, a más de un lector podría parecerle que ese Nada es crucial enrasa todas las acciones y conflictos, personajes y peripecias del libro, y que dado que nada resulta decisivo ni sobresaliente el libro se habría podido titular igualmente Todo es banal. Sin embargo, esta novela en clave, metaliteraria y llena de guiños cinematográficos desmiente en parte el enunciado de la portada.
Para empezar, porque el primer elemento crucial de la novela asoma desde la página número uno bajo la forma de esa rara voz narrativa que apostrofa a los lectores llamándonos "niños" e invitándonos a dibujar y que, ciertamente, algo tiene del tono aleccionador y condescendiente del maestro de escuela. La dificultad que afronta este narrador consiste en mantener la intriga sobre su identidad durante algo más de doscientas páginas.