AA.VV
Más allá de los tópicos sobre el belicismo y la ideología militar de los mexicas o de los recurrentes relatos sobre la conquista, la realidad del mundo mesoamericano en los dos siglos que preceden a la llegada de los españoles estuvo marcada por una dinámica cultural compleja, de una riqueza y complejidad incuestionables. Y es que el imperio que erigieron los aztecas era heredero de una historia milenaria que seguía la estela del antiguo esplendor que en el periodo clásico (ca. 250-900 d. C.) tuvieron centros de la talla de Teotihuacan o Tula. No en vano, los mexicas que erigieron la espléndida Tenochtitlan se afanaron en hablar de su pasado mítico interrelacionándolo con estas grandes ciudades, que habrían de otorgar un prestigio simbólico a su prometedor futuro. En sus tiempos el dominio territorial que lograron en la región sostuvo un crecimiento demográfico que iba a empujar a los pobladores de la cuenca de México a buscar ingeniosas soluciones para explotar al máximo el territorio y entablar relaciones comerciales a larga distancia que garantizaran su supervivencia y desarrollo.
Aztecas
De Aztlan a Tenochtitlan. El origen de los mexicas por Federico Navarrete Linares (UNAM)
En el siglo XV convivían muchos pueblos de orígenes diferentes en el centro de lo que hoy es México, en los grandes valles de Puebla, México y Toluca, situados en la parte superior del altiplano central a más de 2000 m sobre el nivel del mar, cada uno con su propio gobierno. Estos variados pueblos hablaban sobre todo náhuatl, la prestigiosa lengua de los toltecas, pero también otomí, matlatzinca y otras lenguas. Entre estos pueblos se encontraban los mexicas, o aztecas; es decir, los habitantes de las ciudades gemelas de México-Tenochtitlan y México-Tlatelolco, los pueblos más conocidos de las antiguas poblaciones. Sin embargo, solo eran uno más de un amplio conjunto de grupos humanos que compartían historia y cultura.