LORENZO, CÉSAR M.
La característica más original de la historia de España contemporánea reside en el extraordinario desarrollo del anarcosindicalismo, o sindicalismo revolucionario de tendencia libertaria, desde los principios de su difusión en 1868, hasta finales de la guerra civil en 1939.
Durante estos setenta años, el Movimiento libertario español ha estado a punto de perecer varias veces : después del fracaso de la sublevación cantonalista en 1873 y del pronunciamiento del general Pavía en enero de 1874; hacia 1900, a consecuencia de las controversias entre colectivistas y comunistas o entre sindicalistas e individualistas; en septiembre de 1923, con la toma del poder por Primo de Rivera.
Ahora bien, como verdadero fénix ha resurgido aún más fuerte después de cada prueba. Esta sorprendente vitalidad, única en el mundo (en Rusia y en Ucrania, los libertarios fueron vencidos y diezmados por los bolcheviques; en Bulgaria sucumbieron bajo los golpes de los militares primero, y de los comunistas después; en Argentina, el anarcosindicalismo desapareció a causa de las luchas despiadadas de las tendencias que lo gangrenaban; en Suecia, su desarrollo fue obstaculizado por la socialdemocracia; los anarquistas franceses, italianos y mejicanos no tuvieron más que una efímera influencia entre el proletariado o entre los campesinos), no ha podido jamás explicarse, a nuestro modo de ver, de una forma válida. Pero poco importa : el socialismo libertario ha marcado con su sello el pueblo y la tierra de España; a pesar de los treinta años de sangrienta represión, todavía hay hombres que se inspiran en él.
La misma guerra civil no ofrecería ningún interés particular en relación a otros acontecimientos parecidos que han marcado la historia de la humanidad, si los libertarios no hubiesen desempeñado en ella un papel determinante. En efecto, ¿acaso sin la combatividad excepcional de los obreros españoles, combatividad forjada en la acción directa, sin sus hábitos de iniciativa individual, sin la exaltación de las ideas de libertad, de autonomía y de federalismo, sin su antimilitarismo, se puede concebir el asalto a los cuarteles por el pueblo o el formidable movimiento de colectivización que le siguió ? ¿ Se puede concebir la formación de una infinidad de comités autocéfalos o la dificultad de organizar un ejército ? A decir verdad, de la noche a la mañana, los anarcosindicalistas se encontraron dueños de buena parte de España mientras que en la otra, la sublevación fascista triunfaba rápidamente. ¿ Qué harían ellos ? En vísperas del 19 de julio de 1939, enarbolaban un cuerpo doctrinal frondoso del cual sería inútil pretender exponer en algunas páginas todos los aspectos filosóficos; no obstante, para comprender sus sucesivas tomas de posición, conviene señalar algunos puntos fundamentales de su ideología : la teoría del Estado, la crítica del marxismo, el apoliticismo revolucionario, la visión de un mundo nuevo.
El Estado, afirmaban, es la organización centralizada, jerarquizada y autoritaria, que funciona siempre de arriba abajo y del centro a la periferia, de una minoría privilegiada, la clase burocrática, formada por una serie de castas o de subclases (Ejército o casta militar, Iglesia o casta sacerdotal, magistratura o casta judicial, partido único o casta política bajo un régimen de dictadura, clase directorial en una economía planificada, Guardia civil, altos funcionarios, legisladores, gobernantes, etc.); organización que explota económicamente con el fisco y oprime políticamente con la ley a la mayoría de los miembros de una comunidad nacional o multinacional contenida en una extensión geográfica cerrada por sus fronteras; organización que tan pronto favorece a una clase social en detrimento de las otras, como establece el equilibrio entre los individuos, las sectas o las clases sociales, pero siempre con la finalidad de aumentar su propio poder o de asegurar su duración. El Estado justifica su existencia por encima de la sociedad y sus privilegios, ya sea por derecho divino, ya por el mito de la raza, de la patria o de la soberanía nacional o incluso de la dictadura del proletariado. Se afirma en tanto que entidad sagrada y providencial a la que se debe venerar.
El Estado, superestructura piramidal, tiene pues una triple faz : es a la vez una divinidad terrestre omnipotente, una institución basada en el derecho escrito y un organismo social en expansión que intenta devorar en su interior a la sociedad que lo soporta y en el exterior a los otros Estados que le hacen la competencia. Nacido de la guerra entre las tribus, los clanes, los pueblos primitivos, y del instinto de dominación que existe en muchos hombres, el Estado engendra a su vez la guerra y la dominación tendiendo por naturaleza al imperialismo y al totalitarismo.