PUELLES ROMERO, LUIS
Sirva Picasso para recorrerlo con la pregunta que rige estas páginas: la que indaga en las fuerzas con las que la pintura conquista su saber más propio ni recibido ni transferible, el que consiste en resistirse con furia y determinación al sentido verbalizado. ¿Qué saben, entonces, las obras de Picasso de tal modo que su voluntad de poder radique en no prestarse a decirse? Saben poseerse en sus fuerzas páthicas, trágicas, plásticas. Tres nociones y tres regímenes sucesivos en el conjunto de su obra referidas a cómo aprenden a hacerse presencias. Para confrontarse con las mañas del usurpador, para «quitarse de encima» pintar para quitar cuanto no contribuya a la culminación plástica de las líneas, las formas, los colores, arrancando las figuras a la figuración; para conseguir que los profanadores permanezcamos fascinados y ofuscados, rebajados a no poder entender. Las imágenes emergen, así, plenas de insolencia, soberbias, vengadoras, dionisíacas, demoníacas, destructoras del sentido y sus distancias. Enloquecedoras de todo atisbo de racionalidad definitoria. Heráclito, Aristóteles, Kant, Nietzsche, Bachelard, Deleuze, Lyotard , nos prestarán sus útiles para merodear el corpus ingente de Picasso, resultando de estos encuentros entre lo plástico y los teóricos una potencia inexpugnable, dichosamente ajena a las retóricas del museo. Un Picasso imprevisto.