VELASCO, MIGUEL ÁNGEL
Esta obra es un redoble funeral por una muerte que es el ensayo general de la propia muerte. Y además,cotidianidad y tinieblas, técnica y llanto
Hay un momento en la vida en que el tiempo nos alcanza, decía Cernuda; hay un momento en la vida, podríamos parafrasear, en que la muerte si no nos alcanza (siempre camina a nuestro lado, de la cuna a la sepultura), sí se hace visible: es entonces cuando Miguel ángel Velasco ha escrito los poemas de su último libro.
Publicidad
Extraña trayectoria la de este poeta: en 1979, a los 16 años, conseguía un accésit del premio Adonais con Sobre el silencio y otros llantos; dos años después, en la convocatoria siguiente a aquella en la que lo ganó Blanca Andreu, con Las berlinas del sueño obtendría ese antaño prestigioso galardón. Las berlinas del sueño era un libro todavía inscrito en la estela novísima: surrealismo, culturalismo, verbalismo. La poesía a comienzos de los 80 empezaba a ir por otros derroteros, y el propio autor quizá lo comprendió así. A partir de entonces, Miguel Velasco -como firmaba sus primeros libros el poeta cuyo nombre completo es Miguel ángel Pons Pereda-Velasco-, aquel Rimbaud mallorquín, entró en un período de silencio que parecía definitivo. No lo fue, afortunadamente, y volvió con dos títulos, El sermón del freno (1995) y El dibujo de la savia (1998), que nos lo muestran crecido y metamorfoseado, convertido en otro: en un verdadero poeta. Agustín García Calvo, prologuista del segundo de esos libros, explica una de las razones del cambio: el poeta ha tenido la humildad de acordarse de que los versos tienen que empezar por sonar a los oídos, por más escritos que quedaran para los ojos y por eso ha vuelto a aprender las olvidadas artes del ritmo del lenguaje. No señala que el maestro ha sido el propio García Calvo, uno de los más secretos, extravagantes y verdaderos poetas de este tiempo.