YNFANTE, JESÚS
Las premisas necesarias para llevar a efecto, con un mínimo de lucidez, una tarea crítica, se presentan en un triple plano. Por una parte, el crítico obedece a las resultantes de su propia capacidad, su vocación y su cultura. Por otra parte, es el lector, a quien la obra y la crítica van dirigidas, quien, por representar su destino final, condiciona la una y otra en función de sus especiales características histórico-concretas. Y, antes que nada, es la obra misma, nacida de un autor determinado y del que es su mensaje cultural -entendido este término en su más amplio sentido-, tendente a la conformación de las inteligencias y de las voluntades de los lectores, del público, aquello que es objeto, en si mismo y en su relación con ese público, de la función crítica. Una crítica es el juicio que, quien la hace, emite sobre un producto cultural, condicionado por la perspectiva propia del critico y destinado a orientar a una masa de publico al que se dirige la obra criticada, nacida de un autor que, a su través, pretende influir en sus lectores para, de una o de otra manera, conformar sus ideas y conductas.
Perdónenme mis lectores que en el encabezamiento de este artículo de hoy haya traído estas elementales consideraciones -tan a menudo olvidadas, por otra parte-, porque las iuzgo indispensables llegado el momento de sopesar, con vocación de justeza. el libelo que hoy comentamos. Porque, entiéndase bien, el libro de Jesús Ynfante es esencialmente, intrínsecamente, un libelo, expresión ésta acuñada a lo largo del tiempo, desde los orígenes del Derecho Romano, para designar aquel escrito cuya finalidad consiste en la difamación de personas, cosas o instituciones. Quede esto muy claramente sentado desde un principio.
Y de ahi la primera y tremenda dificultad de esta crítica: la casi imposibilidad objetiva de su realización. Se puede juzgar un libro y valorarlo, y se estará de acuerdo o no con este juicio. Pero no se puede juzgar, críticamente, un insulto. Y ese es nuestro caso. No es un ataque, no es una discrepancia, es, pura y simplemente, una injuria. Con más o menos efectividad -por aquello de "calumnia, que algo queda"-, pero un desaforado ataque al honor, fama y honra de personas e instituciones, un espécimen perfecto de un género que alcanza en él su más exacta definición: la pornocultura. (¡Cómo recuerda este libro la peor literatura antirreligiosa del siglo pasado!)