LEBERT, HANS
Hans Lebert (1919-93) fue un notable cantante wagneriano y sobrino del más heterodoxo de los discípulos de Arnold Schoenberg (y uno de los genios absolutos de la música del siglo XX): Alban Berg. En 1960, Lebert publicó una vasta novela, Die Wolfshaut, que aparece ahora en versión española.
La crítica o por lo menos unos cuantos críticos llamados nada menos que Elías Canetti, Heimito von Doderer y Ernst Fischer recibió el libro con entusiasmo. Su influencia fue grande en la obra de dos importantes escritores austríacos actuales, Thomas Bernhard y Peter Handke. Cualquiera que lea las novelas del uno y del otro, después de leer ésta de Lebert que nos ocupa, no tendrá dudas: la estructura narrativa, los recursos estilísticos, la utilización de mecanismos expresivos que tiene su origen en la técnica musical, pero sobre todo el tono de exasperación moral que rebosa en el libro han dejado una profundísima huella en Bernhard y Handke y acaso más de un crítico se tentaría la ropa antes de hablar de la originalidad de estos dos tras conocer a Lebert.
La piel del lobo es una novela profundamente expresionista.
Todo en ella es gesticulación, violenta caricatura, sentido de la Naturaleza como un todo orgánico, que penetra y participa en la vida de los hombres, que contribuye de una manera activa a su suerte o a su desgracia, alarido, sentido de culpa, sexualidad errática. La historia transcurre en una aldea llamada Schweigen (Silencio), situada en un paisaje alpino paradisiaco. Hace seis años que ha terminado la guerra y los intereses de las grandes potencias han exculpado al pueblo austríaco de sus responsabilidades con el nazismo y han convertido al país en una especie de intermedio turístico, neutral y equidistante de los polos entre los que baila un mundo en perpetua crisis. La vida es sonriente y cantarina, como en un concierto de Fin de Año con l a Filarmónica de Viena tocando valses de Strauss en la Musikverein y en el público los ricos del mundo exhibiendo obscenamente su esplendor y dando palmas de acompañamiento a la Marcha Radetzky. Debajo de esa paz hay sangre, muerte y desolación. La bestia aquella que llevó en su seno a Belsen, Buchenwald Mauthausen, Auschwitz, es todavía fecunda, como en el poema de Bertolt Brecht, y entre los aldeanos sigue viva la nostalgia por los viejos y buenos tiempos en que el mejor judío era el judío muerto.
Una serie de crímenes, aparentemente inmotivados, la sumaria ejecución de un preso fugado, la curiosidad angustiosa de un hombre que no se conforma con la verdad oficial, empieza a remover las aguas aparentemente tranquilas y cristalinas de la vida cotidiana y las vuelve turbias y arremolinadas. Nadie en el lugar está libre de culpa: hace años, durante el Reich de los Mil Años, hubo en Scheweigen un asesinato masivo en el que todos fueron cómplices. La sangre de los trabajadores extranjeros sacrificados oscurece el cielo de la aldea pero nadie quiere verlo, como no sea algún tardío arrepentido que expía sus culpas colgándose de un garfio. Los demás prefieren el silencio y la nostalgia.
Novela asombrosa, extraordinaria, de esas que nos hacen recuperar la confianza en los poderes catárticos de la literatura, La piel del lobo no es una novela fácil y sólo la calidad extraordinaria de la traducción de Kovacsis nos ayuda a atravesar sus seiscientas y pico páginas sin cansancio. La formidable tensión que la anima, su profunda carga de significados históricos, su logradísima alegoría sobre el ser profundo del nazismo y de los fascismos, la sitúa en los antípodas de los ismos «light» y consumistas que han ensuciado el ejercicio de la literatura narrativa en la última década. Hans Lebert del cual la misma editorial que publica este libro anuncia la publicación de su otra novela, El circulo de fuego es, sin lugar a dudas, no sólo el antecedente más claro de Handke y Bernhard sino uno de los mayores escritores de nuestro tiempo. Lo único que hay que lamentar es que lo hayamos tenido que conocer en español con tantos años de retraso.
Javier Alfaya