MARTINEZ SERGIO
Todos jugamos. Todos seguimos las reglas y las rompemos. Todos queremos ganar y (casi) nadie quiere perder. Pero hay gente que sólo se siente ganadora cuanto más cerca está de la pérdida absoluta, cuanto más peligrosamente la ronda. Sólo así el cosquilleo del juego infantil pervive en los adultos que ya no saben cómo apagar, aunque sólo sea por un momento, el ruido que son.
Una familia ligada a la élite industrial y financiera del viejo continente se reúne para jugar durante todo un fin de semana en su villa privada. Papá, Mamá y el Nene quieren exprimir al máximo las oportunidades lúdicas de este encuentro, y por eso han invitado a dos refugiados del conflicto bélico en Siria (Hani y Samir) como invitados de honor. Durante el viernes y el sábado los juegos siguen un guión bien pautado, pero el domingo, día reservado para la caza, el saldo acumulado de ganancias y pérdidas se recrudece, los participantes aceptan desafíos más extremos, y así el juego más antiguo del mundo ocupa de nuevo (¿ha dejado de hacerlo alguna vez?) el corazón de una Europa insensible y aburrida de sí misma.