CASAS RIGALL JUAN
En el transcurso del s. XV, la progresiva incorporación de elementos de raíz clásica a nuestras letras alentó el desarrollo de la glosa para comentario de la obra literaria. No se trataba ya de traducir o parafrasear palabras aisladas, sino de explanar el sentido de un verso, un pasaje o toda una composición con recurso a sus fundamentos etimológicos y mitológicos, históricos, morales o poéticos, y los realia subyacentes. Si Virgilio tuvo un Servio, los nombres de Enrique de Villena, Íñigo López de Mendoza o Pero Díaz de Toledo concurren al punto como pares vernáculos, así como el poeta por excelencia en el canon de la época: Juan de Mena dejó claramente expreso su concepto glosador en el autocomentario de la Coronación del Marqués de Santillana o, por mejor decir, Calamicleos, cuyo solo título era glosa en potencia. Y el Laberinto de Fortuna, tan antonomástico como su autor, no podía quedar excluido del nuevo contexto. En lo que conocemos hoy, media docena de manuscritos cuatrocentistas presentan un texto del «Laberinto» con abundantes glosas, todos estos testimonios filiados de modo más o menos estrecho. Por añadidura, en tal conjunto hay un punto de partida de singular relevancia: aunque tenue, la propia mano de Mena se traduce en algunas de estas anotaciones.
Desde mediados del siglo XV, el Laberinto de Juan de Mena es reconocido por sus contemporáneos como cumbre de la poesía culta e hito de las letras hispánicas. De resultas, la obra fue objeto de ediciones impresas comentadas a la manera clásica, de mano de eruditos de la talla de Hernán Núñez (1499 y 1505) y, ya avanzado el siglo XVI, el Brocense (1582). Pero, con anterioridad, hay una interesante tradición de glosas manuscritas en los cancioneros de la segunda mitad del Cuatrocientos. Este conjunto, constituido por seis testimonios, se remonta a un arquetipo en donde por momentos se advierte la pluma del propio Mena, comentándose a sí mismo, como ya había hecho en la Coronación del Marqués de Santillana. En mayor o menor medida, la glosa primitiva fue enriquecida con nuevos escolios y comentos en las mismas copias del siglo XV. Las capas superpuestas tardías tienen valor particular en cuanto relectura humanística, pero nuestro interés específico se ha ceñido a las glosas más antiguas, aquellas en donde se advierte la huella de Mena como fundamento más o menos directo, las cuales cabe datar entre 1444 y 1479. En el presente libro, el estudio ecdótico, genético y poético de esa temprana anotación del Laberinto constituye el prólogo a la edición crítica y comentada de los textos, núcleo de la segunda parte del trabajo.