DOMÍNGUEZ CAPARRÓS, JOSÉ
Cuando se habla de comentario de textos se suele hacer
referencia a dos tipos de crítica que creemos conveniente
diferenciar. Primeramente, se piensa en un método que facilite
el acercamiento y el análisis de una obra, en prosa o en verso,
en relación con su autor, su época y, si es posible, con toda la
historia de la literatura. El otro tipo de comentario se ceñiría
más a lo que es el lenguaje de un texto, normalmente corto, y
discurre por caminos más «formales». Este comentario se
aproximaría a lo que se ha venido entendiendo por comentario
estilístico.
Mientras el primer tipo de comentario, que podemos llamar
«literario», suele ser un pretexto para la exhibición de múltiples
conocimientos de historia de la literatura, convenientemente
ejemplificados en el texto en cuestión, el segundo sirve
de pretexto para decirnos lo expresivo que es el lenguaje del
autor, lo bien dispuestos que están todos los elementos en el
texto, y en seguida encontrar la universalidad o individualidad
de sus sentimientos y de su profunda inspiración. Por la vía de
la historia de la literatura o por la vía de lo individual se llega
siempre a justificar lo «literario» del texto. Pero lo malo es que
eso no nos enseña nada, puesto que previamente se había
elegido como objeto de comentario un texto «literario». Y si el
comentario histórico puede ser útil para adquirir una pericia
en la localización de textos o para profundizar en los conocimientos
de historia de la literatura, la utilidad del segundo sólo
está en demostrar la gran sensibilidad del comentador ante la
«literatura». Pero ni uno ni otro nos dicen gran cosa sobre el
funcionamiento específico del lenguaje «literario», si es que
existe tal lenguaje específico de la literatura.