GUTIÉRREZ MÁRQUEZ, ANA
Creada por real decreto el 4 de agosto de 1894 como Museo de Arte Contemporáneo, esta institución cambia su nombre antes de ser inaugurada, en 1898, por el de Museo de Arte Moderno, menos comprometido con la actualidad inmediata. Venía a dar respuesta a una situación concreta: la necesidad de un centro oficial destinado específicamente a dar cobijo al arte del último siglo, expresada por varios artistas de relevancia, como Vicente López, Antonio María Esquivel, Genaro Pérez Villaamil, Rafael Tegeo, Vicente Gimeno, y Alejandro Ferrant en 1847 en el escrito dirigido a Isabel II titulado «Exposición que elevan a S.M. Varios artistas para la fundación de un Museo Histórico Nacional de Arte Contemporáneo». Si bien no existía entonces tal museo, lo cierto es que, entre 1843 y 1853, los catálogos del Museo del Prado contienen una breve sección titulada «Escuelas contemporáneas de España», en la que se incluyen obras de muchos de los artistas mencionados. También el Museo Nacional de Pinturas o Museo de la Trinidad incorporaba en sus catálogos una «Galería de cuadros contemporáneos», que recogía obras adquiridas en las Exposiciones Nacionales -iniciadas en 1856- y algunas donaciones. Pero cuando, en 1870, el Museo de la Trinidad se integra en el Prado, solo una pequeña parte de los fondos decimonónicos de aquél se incorporan a éste, quedando la mayoría restante depositada, a espera de destino, en el Ministerio de Fomento. Para solucionar este problema, y para «sostener al lado de las grandes obras de nuestros maestros la reputación del arte contemporáneo», una vez acabado el Palacio de Bibliotecas y Museos del paseo del Prado, el Ministerio de Fomento decide crear y alojar allí al que iba a ser el Museo de Arte Moderno. En 1895, de nuevo por real decreto de 26 de octubre, se establece el límite cronológico de sus colecciones en la figura de Goya, «ultimo representante de la antigua pintura española». El Museo debía partir de «la época en que las teorías estéticas puestas en práctica por David o Canova e introducidas en España a principios del presente siglo, cambiaron la corriente del arte nacional». Aceptando este criterio, que quería ser de «carácter universal», para equiparar el arte español al de las «naciones cultas», el Museo abría sus colecciones «con los lienzos de Madrazo y demás discípulos de David, y la escultura con las estatuas y bajo relieves de Alvarez y Solá». Como criterio adicional, las obras de la colección debían reunir alguna de las condiciones siguientes: haber sido premiadas en las Exposiciones Nacionales, considerarlas la Academia de Bellas Artes de San Fernando dignas de ser adquiridas por el Estado y haber fallecido sus autores, o tratarse de envíos de los últimos años de los pensionados de la Academia de Roma. Por último, se contemplan también las adquisiciones de obras de artistas vivos de reconocido mérito, a criterio de la Real Academia de San Fernando. El Museo se dividiría en dos departamentos: pintura y escultura. En 1915, otro real decreto de 19 de febrero introduce una condición más: las obras de las colecciones del Museo debían ser de autores españoles. Con estas premisas se va gestando a lo largo del siglo XX la colección oficial de arte del siglo XIX que en la actualidad forma la sección decimonónica de las colecciones del Museo del Prado. Cuando, en 1899 se publica el Catálogo provisional del Museo del Arte Moderno, cuya segunda edición es de 1900, se recogen seiscientos noventa y tres cuadros y dibujos, entre ellos ciento ochenta y tres de Carlos de Haes donados por sus herederos. Desde entonces la colección no es objeto de ningún otro catálogo hasta el aparecido en 1985, prologado por el director del Prado Alfonso E. Pérez Sánchez y realizado por Joaquín de la Puente, subdirector y conservador del Casón del Buen Retiro. Este nuevo catálogo, que comenta obras de casi un centenar de artistas, refleja la presencia en las colecciones españolas de géneros como el costumbrismo o la pintura de historia, y de movimientos como neoclasicismo, romanticismo o realismo, al tiempo que señala la ausencia de otros como el impresionismo o el posimpresionismo. Por otra parte, y aunque la gran mayoría de las obras inventariadas son de artistas españoles, existen excepciones como Alma Tadema o Théophile van Rysselberghe. Hay que señalar también que esta colección, al considerarse desde 1971 como la sección contemporánea del Museo del Prado, excepcionalmente llegó a albergar obras del siglo XX que hoy, después de una reordenación de las colecciones estatales, figuran en las del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Es el caso de las obras de Juan Gris pertenecientes al legado de Douglas Cooper o, sobre todo, las correspondientes al legado Picasso, cuya obra fundamental es el Guernica. De hecho, la historia de esta colección está muy ligada a las colecciones artísticas oficiales de arte del siglo XX, pues entre 1894 y 1971 el Museo de Arte Moderno fue añadiendo a su colección de partida otras obras de actualidad siempre que reuniesen los requisitos antes mencionados. Así, a la colección del XIX va sumándose en el propio Museo una colección de arte del siglo XX destinada a crecer y a tomar más protagonismo en la vida de la institución que la del siglo precedente. A lo largo de su historia, el Museo de Arte Moderno intenta integrar en sus salas los fondos de ambos siglos, algo que se consigue con especial fortuna bajo la dirección de Juan de la Encina, durante los años de la Segunda República. Pero las actividades del centro, entonces y después, relegaron en gran medida a un segundo plano el arte del siglo XIX, que era visto como un lastre para la imagen de modernidad que se quería dar al Museo. Por esta razón, en 1951 se decide separar ambas colecciones, que pasarían a formar, respectivamente, los fondos de dos instituciones diferentes: el Museo de Arte Moderno (siglo XIX) y el Museo de Arte Contemporáneo (siglo XX), ambos con sede en dependencias del edificio de la Biblioteca Nacional. Esta situación permanece hasta que, en 1968, se decide fundir de nuevo ambas colecciones bajo el nombre de Museo Español de Arte Contemporáneo. Sin embargo, muy poco más tarde, en 1971, las obras del siglo XIX pasan definitivamente al Museo del Prado, quedando instaladas en el edificio del Casón del Buen Retiro, que ocuparon hasta 1997.