FORNER, JUAN PABLO
En 1871, Leopoldo Augusto de Cueto editaba por vez primera, en el tomo LXIII de la Biblioteca de Autores Españoles, las Exequias de la Lengua Castellana, «escrito singular» con el que cerraba la antología de textos fornerianos integrantes de su compilación de Poetas líricos del siglo XVIII, en atención a las «varias composiciones poéticas que contiene esta obra inédita de Forner [...], su mérito intrínseco y su peculiar carácter»1. «Peculiar carácter» que abordaría, unos años después, don Marcelino Menéndez Pelayo cuando, en su Historia de las ideas estéticas en España, y tras reivindicar la edición en solitario de ésta que considera «la más excelente y madura» de las obras de Forner, señalaba, aludiendo a sus particulares rasgos formales:
En las Exequias, que el autor llamó sátira menipea por ir entremezclada de prosa y versos, siendo en realidad una ficción alegórica del género de la República Literaria o de la Derrota de los pedantes, inferior a ellas en amenidad y gracejo, pero muy superior en alteza y trascendencia de miras, como obra no de un mero humanista, sino de un pensador original y penetrante, Forner recorre con erudición inmensa y crítica, franca y resuelta, todo el campo de nuestra literatura [...] derramando de paso copiosa doctrina sobre todos los géneros literarios.
(Menéndez Pelayo, 1974, I, págs. 1311-1312)
El rótulo explícito de sátira menipea, cuando no sátira varroniana, acompaña efectivamente al título de la obra en la práctica totalidad de los manuscritos de ella conocidos2, llamando así la atención sobre unas señas de identidad genéricas en las que Forner insistirá por dos veces a lo largo del texto: en la socarrona «Noticia del Licenciado Pablo Ignocausto» que abre las Exequias, Juan Pablo Forner, arropado en su doble disfraz de «editor» de los papeles del «Licenciado» -supuesto autor de la obra-, lleva a cabo una auténtica declaración de principios éticos y estéticos al socaire de la ironía y el humor grosero, y se complace en presentar la menipea como digno producto del desatinado juicio del estrafalario Ignocausto, exponiendo todos aquellos argumentos que le aseguren el éxito que merece entre los lectores «de destemplado gusto»:
Por lo que toca a la invención de la fábula, el mismo Ignocausto dice en el final de ella lo que basta para conocer su total demérito. Llamola Sátira Menipea, porque dice que en la Grecia hubo un tal Menipo, primer padre de estas invenciones monstruosas, que mezclan la prosa con el verso, y emplean el verso y la prosa en morder y zumbarse de las majaderías humanas. Que un pedante del Lacio, llamado Marco Varrón, íntimo amigo del charlatán y superficial Tulio, había escrito también mucho en este estilo, y con esto damos a entender lo bastante del corto mérito que debe tener una obra hecha por patrones tan desatinados 3.
Para insistir de nuevo en los últimos compases de la obra, cerrando las Exequias con unas consideraciones relativas al género de la composición que quieren justificar las particularidades y licencias de ésta que denomina «invención quimérica», donde «el asunto principal aparece allá casi al final de ella, anegado en una multitud de episodios que poco o nada tienen que ver con él»:
... en estas obras, ¿quién os ha de pedir los rigores y puntualidades de una fábula épica o dramática? Estos escritos, que se llaman satiricones, corren y saltan libremente en campo ilimitado, y en la pequeñez de los sermones del mismo Horacio hallaréis frecuentes ejemplos del genio licencioso y lasciviante, si es lícito decirlo así, de esta casta de obras. La sátira es retozona, y no gusta de reducirse a la clausura de un círculo. Luciano, Apuleyo, Capella y sus imitadores os darán cuanta metralla necesitéis para rociar a los reparones.
(pág. 210)
El texto de las Exequias discurre, de este modo, entre dos asertos reivindicativos de una muy determinada tradición del género que buscan, de un lado, ilustrar su prestigio, al amparo de tan antigua tradición, y de otro, justificar sus peculiaridades formales, apelando a la naturaleza y disposición, refrendada por su cultivo en los clásicos. La insistencia de Forner en este sentido, que distingue a la obra en el conjunto de su producción crítica y satírica4, conduce necesariamente a plantear el interés forneriano por la sátira menipea en tanto que molde estructural sobre el que erigir el magno ejercicio de crítica que son las Exequias de la Lengua Castellana, proyecto que Forner concibe, pule y corona a lo largo de los diez años más fructíferos de su vida5. François López abordó esta cuestión en su excelente Juan Pablo Forner et la crise de la conscience espagnole au XVIIIe siècle, donde, en el apéndice que dedica a las Exequias planteaba la necesidad de considerar las razones que movieran a Forner a inclinarse por el molde de la menipea, desechando, por ejemplo, la sátira en verso. Lo valioso de su aportación en este sentido, y la penetración de sus juicios, que han marcado una reconocida inflexión en los estudios fornerianos, permite, no obstante, matizar y ampliar algunos de sus presupuestos, que siguen siendo punto de partida indispensable para cualquier análisis de este auténtico «testamento literario» donde vienen a converger los hilos de la producción toda de Juan Pablo Forner.