LEBLANC, TONY
Hemos de reconocer que venir al mundo en el Museo del Prado no es algo corriente. Entre otras cosas porque, que sepamos, allí no ha nacido nadie. Salvo, supuestamente creíamos, nuestro admirado gran actor, Tony Leblanc, quien así lo aseguraba en todas sus entrevistas y en la biografía publicada sobre su figura firmada por él mismo, considerada como memorias. Añádase a ello que en algunas enciclopedias también se insiste en que vio la luz primera en nuestra pinacoteca nacional. ¡Cuántos periodistas que lo entrevistaron y contaron su vida repitieron hasta la saciedad que su nacencia fue en ese edificio que alberga las mayores obras de Velázquez, Murillo, Goya y los más grandes artistas de la pintura!
Pero la verdad, aunque sea tarde, se abre camino. Tony Leblanc, del que este noviembre se cumplieron cuatro años de su muerte, nos mintió. Con su simpatía, su castiza verborrea, pero recurrió a falsear el sitio de su nacimiento. Mentira sin importancia, si quieren, pero mentira a todas luces. Porque quien fue su novia, con la que estuvo a punto de casarse mediados los años 50, una mujer seria, responsable, gran artista, nada proclive a enredos o declaraciones fuera de tono, y que estos días ha pasado por momentos delicados en su salud, Nati Mistral, me aseguró lo siguiente: "Tony Leblanc nació en su casa, como era corriente en esos años. Y lo del Prado no deja de ser un cuento chino que se lo creyó él mismo".