CATALÁN, DIEGO
Nació Diego Catalán el 16 de septiembre de 1928 en el seno de una familia fuera de lo
común. Su abuelo materno fue Ramón Menéndez Pidal (1869-1968), uno de los
intelectuales más importantes del siglo XX español y autor de una obra ingente con
enorme influencia sobre el pensamiento y los métodos de trabajo de varias generaciones
de historiadores y filólogos españoles. Diego fue el único hijo de Jimena MenéndezPidal
Goyri (1901-1990) y de Miguel Catalán Sañudo (1894-1957), físico brillante
cuyos descubrimientos en el campo de la espectrografía merecieron el reconocimiento
de la comunidad científica internacional, -sirva de muestra que en 1970 la Unión
Astrofísica Internacional acordó dar su nombre a un cráter de la Luna en memoria de
sus contribuciones-. Su madre Jimena, profesora del Instituto-Escuela antes de la guerra
civil, dedicó toda su vida a la enseñanza. En 1940 fue co-fundadora del colegio Estudio,
centro que procuró continuar durante el franquismo la línea pedagógica iniciada por la
Institución Libre de Enseñanza y que surgió, entre otras razones, de la perentoria
necesidad de educar a su hijo Diego y a otros niños de familias amigas en la España de
la recién iniciada posguerra. En ese proyecto Jimena continuaba las prácticas
pedagógicas puestas en práctica en Segovia, donde toda la familia Menéndez Pidal, con
la excepción de Ramón, tuvo que permanecer hasta el final de la guerra tras haber
quedado allí atrapada por el alzamiento de 1936. Esos años de exilio segoviano, pese a
su dureza, siempre fueron evocados por Diego con gran intensidad y más de una vez
pudimos oírle decir: ?a mí me salvaron [de ser un niño consentido y malogrado] la
guerra y Segovia?. Con motivo de un emocionado homenaje a Jimena celebrado en
2001 en la Residencia de Estudiantes, Diego escribió un hermoso texto en que describe
esa época: ?El caso es que la Guerra Civil y la posguerra fueron determinantes en que
toda mi educación, de los ocho a los quince años, hasta llegar a la desertizada
universidad de los años cuarenta, quedara exclusivamente en manos de mi familia
[Jimena] refugiada ahora en Segovia, tras huir de la zona de combate en las faldas del
Alto de León, con su familia empobrecida, sin libros ni posibilidades de tenerlos,
rodeada de un vacío cultural extremo, contando sólo con su vocación de enseñanza
intacta y con un alumno singular de ocho años en quien invertirla, se volcó durante los
años de la guerra civil en crear para mí una escuela mínima, con tres profesores ella,
mi padre y mi abuela- y uno, dos, hasta tres compañeros -más o menos ocasionales- de
clase, que no de aula, y si ampliamos la imagen habitual, de laboratorio? (Catalán
2001b: 130-1).