OROZCO, OLGA (SELEC. Y PROLOG. MARISA NEGRI)
Por Juan Gelman*
t.gif (862 bytes) Este honor, esta alegría emocionada de presentar a Olga Orozco, su obra, tropieza con tres muros infranqueables. En el primero alguien ha escrito que la poesía habla por sí misma. En el segundo está escrito que la poesía habla por sí misma. En el tercero, que la poesía de Olga habla por sí misma. Entonces no la estoy presentando. Apenas la estoy acompañando, como desde hace mucho me acompaña su voz ronca y llorada. Por lo demás, ella misma ha advertido que la poesía es un organismo vivo, rebelde y que analizar su lenguaje es atrapar a un coleóptero, a un ángel, a un dios en estado natural y salvaje y someterlo a injertos y disecciones, hasta lograr un cadáver amorfo.
ron2.gif (93 bytes)ron2.gif (93 bytes)ron2.gif (93 bytes)
Nadie sabe qué es la poesía. Se la describe por aproximación o imagen. La poesía es lenguaje calcinado. La poesía es un árbol sin hojas que da sombra. La poesía es palabra donde aún crepitan cenizas de lo que no alcanzó a tener nombre. Olga prefiere la definición del poeta estadounidense Howard Nemerov: La poesía es la tentativa de apremiar a Dios para que hable. Pero Dios está mudo y ella lo apremia sin descanso.
ron2.gif (93 bytes)ron2.gif (93 bytes)ron2.gif (93 bytes)
Dylan Thomas explicó que nadie insistiría en este ardiente oficio de la poesía si no fuera en espera del milagro y se consolaba con Chesterton, para quien lo verdaderamente milagroso de los milagros es que a veces se producen. Olga busca algo más fascinante que el milagro, es decir, la materia que los hace. Por eso en su escritura no hay milagros: toda ella es milagrosa.
ron2.gif (93 bytes)ron2.gif (93 bytes)ron2.gif (93 bytes)
Me pregunto cuánta sangre viva del alma ha vertido Olga para son sus palabras hacer talismanes con un indefenso corazón enamorado, entrar en las dos caras de los sueños, conocer ese color de invierno deslumbrante que nace donde mueres, ganar cetros de bestia en la intemperie, comer la almendra del misterio, tener caras sucesivas como un muestrario de nieblas, de terrores, vestir de reina, de bruja, de mendiga, roer los duros huesos de las desapariciones, cocer las sustancias de la separación, resistir las invasiones de la oscuridad, padecer las comuniones del contagio, perfeccionar penurias como dichas, confeccionar el lujoso inventario de todo lo imposible, convivir con una vocación de abismo. La ocupación de Olga es fijar vértigos.