ALONSO DE SANTOS JOSE LUIS
El auto del Hombre sería aceptable, seguramente sin grandes dificultades, para las miradas razonablemente ortodoxas de un espectador aurisecular, aunque no faltarían debates suscitados por mentes tan agudas, inquisitivas y a veces retorcidas como las de los ingenios barrocos, y hasta alguna indagación más o menos molesta por parte del Santo Oficio el gran archilector del Siglo de Oro. El tejido de textos de Calderón, muestra de la admiración de Alonso de Santos, lejos de los empeños deconstruccionistas casi siempre frustrantes y frustrados, se constituye como el homenaje de alguien que posee una profunda comprensión del teatro a quien representa el más alto grado de la creación teatral en la cultura moderna de Occidente, don Pedro Calderón de la Barca, de cuya obra adapta en su auto Alonso de Santos ritmos opulentos, poderosos motivos y refulgentes imágenes.
Pero la pieza que suscita estos comentarios no se agota en la ingeniosa urdimbre del centón calderoniano. Como el Pierre Menard de Borges pretendía escribir un Quijote que siendo igual al original fuese completamente diferente, El auto del Hombre es un auto perfectamente calderoniano que resulta perfectamente original, obra de ese clásico moderno que es José Luis Alonso de Santos.» (del «Prólogo» de Ignacio Arellano)