ZÓBEL, FERNANDO
Era hijo de Enrique Zóbel de Ayala, miembro de una de las familias más influyentes de Filipinas, la familia Zóbel de Ayala, se dedicó fundamentalmente a la pintura abstracta, se licenció en Filosofía y Letras, Magna Cum Laude por la Universidad de Harvard, con un estudio sobre García Lorca. En esta época se interesa cada vez más por la pintura, y de hecho comienza a pintar ya en 1942, cuando por una lesión de columna queda inmovilizado durante algún tiempo.
Su primera exposición tuvo lugar en Boston en 1951, y a continuación, expuso en Manila en 1952. Una de las principales influencias artísticas de ese periodo fue Mark Rothko, así como la fotografía y sus casi infinitas posibilidades. En el año 1955 vuelve a España, y conoce a los artistas en vanguardia de la época: Luis Feito, Antonio Lorenzo, Gerardo Rueda, Manuel Millares, Eusebio Sempere, Antonio Saura, Bonifacio Alfonso ... No obstante, sigue viviendo en Filipinas, donde la Universidad de Santo Tomás de Manila le concede un doctorado honoris causa. También imparte clases de arte en la Universidad Ateneo de Manila.
A partir de la década de 1960 comienza una evolución como pintor abstracto, desarrollando un estilo característico, en el que sin duda la caligrafía china representa uno de los influjos más evidentes. Los cuadros de Zóbel son de apariencia simple y espontánea, aunque están creados a partir de un estudio minucioso y una planificación perfecta. En 1966 funda el Museo de Arte Abstracto Español, en las Casas Colgadas, el lugar más emblemático de Cuenca, colaborando en el diseño de este museo, los pintores Gerardo Rueda, Gustavo Torner, Manuel Millares, Antonio Lorenzo, Sempere, Antonio Saura, Martin Chirino, Bonifacio Alfonso, Luis Feito, etc. Lo que se denomina Grupo de Cuenca. En 1980, cuatro años antes de su muerte, donó todo el Museo de Arte Abstracto Español a la Fundación Juan March, la cual sigue manteniéndolo y administrándolo hasta el día de hoy. Su muerte se produjo en Roma el 2 de junio de 1984, debido a un infarto. Sus restos mortales se encuentran en el cementerio de San Isidro, en Cuenca, sobre la hoz del Júcar que tantas veces pintó.