VALÉRY, PAUL
Pocos textos tan afortunados ante el paso del tiempo como el Cementerio marino de Paul Valéry; inmerso en un poemario más vasto, que forma parte a su vez de una obra ingente, el casi siglo transcurrido ha dado en olvidar gran parte de esta, que abarca también ensayos, filosofía, crítica, conferencias, para obsesionarse con las estrofas que, desde el epígrafe de Píndaro hasta su verso final, son el canto a la duda, a la negación de la inmortalidad. Es casi un mito cosmogónico del agnosticismo, y como tal, no agota las lecturas ni la tensión de trascendencia e inmanencia. El propio Valéry cedió a descifrarlo, y después de él, su exégesis ha llenado páginas y libros y anaqueles enteros. También en español.
Valéry amó lo español, desacralizó, tradujo y resacralizó a San Juan de la Cruz; llegó a aprobar la primera versión de este poema realizada por Jorge Guillén; las letras españolas un raro caso-, le han correspondido. Las traducciones se cuentan por docenas; también hay estudios originales.