PEDRAZA JIMENEZ, FELIPE B.
Una de mis primeras pasiones literarias, probablemente la primera, fue Calderón. Antes había leído con gusto las novedades canónicas para la infancia. Ben-Hur, mucho Julio Verne, algunos clásicos adaptados. El conde Lucanor, una versión sintética del Quijote, otra de la Historia general y natural de las Indias. Todo esto me interesó, y mucho, pero el deslumbramiento mayor llegó cuando, en primero o segundo de bachillerato, encontré -creo que en uno de aquellos extraós libros de Formación del Espíritu Nacional, lujosamente editados- el primer monólogo de Segismundo. ¡Ay, mísero de mí...