GARRIDO DOMÍNGUEZ, ANTONIO
Aspectos de la novela en Cervantes está organizado en siete capítulos que dan cuenta
de las preocupaciones más frecuentadas por la crítica cervantina. A ellos habría que
añadir el capítulo octavo, una suerte de recapitulación, además de un útil apartado
bibliográfico, sobre todo, para temas relacionados con la ficción cervantina, y los correspondientes
índices de autores y obras. Se trata de un sólido trabajo que aborda los
interrogantes de la escritura cervantina desde el marco de la teoría literaria aunque sin
apriorismos teóricos.
El primer capítulo de Aspectos de la novela en Cervantes está dedicado a la teoría
literaria renacentista. Su autor propone que la novela cervantina entabla un doble diá-
logo: con la novela de su tiempo y con la reflexión renacentista en torno a la novela en
sintonía con la tradición clásica. Cervantes vierte en odres nuevos los viejos materiales
que habían ido perdiendo vigencia y que en sus manos conforman el pórtico de una
nueva propuesta literaria, desde actitudes conciliadoras con la tradición literaria, como
en La Galatea o en el Persiles hasta otras radicalmente innovadoras como las del Quijote
o las de las Novelas ejemplares.
El diálogo de Cervantes con el pensamiento antiguo y la reflexión renacentista sobre
la novela le interesa a Antonio Garrido de manera especial. De hecho este capítulo
junto con los dedicados a la ficción y a la enunciación narrativa son los más valiosos de
su aportación. Aunque la estética cervantina hinca sus raíces en el paradigma clásico,
para Antonio Garrido, lo central es la búsqueda de un equilibrio con sus contrarios. La
naturaleza del arte fue el centro de una profunda reflexión que desembocó en el debate
sobre el Orlando Furioso y en torno a él se alinearon las posiciones más encontradas:
las de aquellos que veían en el Orlando Furioso un poema épico, con Tasso a la cabeza,
y los que, como Giraldi Cinthio, sostenían que se trataba de un género nuevo regido
por leyes independientes de las de la épica. Cervantes llama la atención, según Antonio
Garrido, sobre los peligros del radicalismo aristotélico al proponer una poética en la
que predomine, por una parte, la acción y el diálogo, y, por otra, una aversión a las enojosas
digresiones y a la pedantería cultista tan del gusto de la época.