ANTONIO BARNÉS VÁZQUEZ
La literatura no solo divierte. Es también como un espejo donde podemos reconocernos, sobre todo cuando el artífice de la ficción es, como Cervantes, un escritor de gran lucidez y experiencia. El Quijote no es solo una novela sobre las andanzas de un chiflado manchego que se cree caballero andante, pues abunda en historias que protagoniza el amor. Amores platónicos como el de don Quijote por Dulcinea o apasionados como el de don Luis por doña Clara; entre iguales como Cardenio y Luscinda o entre personas de niveles sociales diferentes como Basilio y Quiteria; amor de amistad, amor a los libros, los animales o a la naturaleza
En esta cartografía amorosa emerge la inteligencia, la razón, la voluntad, las pasiones, las emociones. El amor a la virtual Dulcinea, se roza con la amistad de Sancho o el oficio ventero de las rameras. La pasión erótica a la que sucumbe Grisóstomo se codea con la libertad de Marcela al negarse a tal pulsión.
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